martes, 13 de enero de 2009

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA (UNA OPINIÓN MÁS)


Escribo aquí para exponer mi agradecimiento al Estado Español por la inclusión en el Currículo estudiantil de la controvertida asignatura “Educación para la Ciudadanía” y lo hago no siendo profesor de esa asignatura, sino mero observador del debate que ha suscitado.

El motivo es que, en mi opinión, mediante ella, ciertos jóvenes conseguirán estabilizar la complicada percepción que tienen del mundo exterior, a menudo condicionada por las influencias sociales que les toca vivir, léase amistades, familia u otros agentes humanos, que aprovechando su privilegiada posición de adultos, les arengan con criterios subjetivos sobre qué es lo moral, lo ético o lo que debería hacerse en cada caso.

Toda esta carga anímica, que de forma natural se añade a su bisoña perspectiva de “lo que les viene” y que corresponde, según los libros de texto consultados, a la etapa “heterónoma” de la vida, no estaría mal y sería suficiente para alcanzar los objetivos religiosos, políticos y morales, que la sociedad pretende de ellos, si no fuera porque no siempre corresponde a criterios ecuánimes. Es más, la contradicción campa a sus anchas en ese flujo informativo al que son sometidos.

Mientras unos políticos les dicen que los demás lo hacen todo muy mal, esos demás dicen exactamente lo contrario. Si preguntan a su padre (o madre) sobre el tema, les dice que no crea en la política y si preguntan a la otra parte de la pareja, les contesta que la política es la base de la democracia y el método menos malo de gobernar y que “ya lo dijo Eisenhower”.

Por suerte en el “Insti”, en esa asignatura nueva, le explican que todas las opiniones son respetables pero que los políticos son necesarios para esto que hemos dado en llamar democracia, y que hay políticos que hacen bien su trabajo y otros mal, como en cualquier profesión, porque la honestidad y deshonestidad de las personas, para con sus principios, no viene condicionada precisamente por la actividad a la que se dedican.

En otros terrenos, como el religioso, los familiares más allegados, aun siendo bienintencionados y queriendo lo mejor para ellos, añaden confusión a su inexperta forma de ver las cosas. Unos defienden métodos directos e impositivos para convencer a la gente de qué se debe creer, otros son más permisivos, otros siguen la religión mayoritaria, que por serlo quizá tenga más razones para ser verdadera, otros alguna de sus variantes más minoritaria, u otras más exóticas, otros se hacen una religión de bolsillo, tomando un poco de aquí y otro poco de allá para salvarse sin tener que aceptar dogmas demasiado drásticos y otros simplemente practican lo que les dicta su conciencia sin más.

Con la EpC, se trata de enseñar que aparte de lo verdadero, que iremos alcanzando con el tiempo y que nos beneficiará más personalmente, tenemos lo justo y lo solidario, que va a beneficiarnos también, pero después de hacerlo con el entorno, el prójimo y el modelo de vida actual en el que nos movemos.

En cuanto a los modos de convivir, me había preocupado que esta asignatura despistara en el sentido de cómo hay que respetar a los demás, a cómo hay que educar a los hijos o cuál sería la alternativa a esta familia con la que cada uno convive. Pero ni por esas he llegado a inquietarme, porque tal como leo:

“En cuanto a la composición, existen familias compuestas por padre, madre e hijos, familias monoparentales, familias reconstruidas, etc.

Por otra parte, los cambios sociales han supuesto que los miembros de la familia repartan las funciones y papeles familiares siguiendo un criterio de oportunidad”.

Bueno, aquí se dice lo que hay, pero no observo injerencias adoctrinando sobre qué sería lo mejor.

Sigo leyendo: “Con todo, hay algo que no ha cambiado: la familia sigue siendo el elemento natural y fundamental de la sociedad (Declaración Universal de los Derechos Humanos) y la primera escuela del individuo”.

¡Ah, pues entonces todo está en orden! Esto querrá decir que la familia es la primera escuela, pero luego esa primera escuela deberá ir dando paso a otras, que reflejen más ampliamente el medio en que los jóvenes van a convivir como adultos, para que elijan su modo de ver las cosas, incluso diferente del de su familia, si llega el caso. ¡Está claro!

Además, si en alguna familia hubiera desordenes morales, abusos o influencias totalitarias, sería bueno que una asignatura como esta, explicara con ecuanimidad (cosa que creo, hace), el camino que esos alumnos implicados deberían seguir, para no desequilibrarse afectivamente.

Insisto y acabo: “Gracias a quien corresponda, en definitiva, por defender y apoyar como persona, (en esta hora semanal que se le dedica) al alumno en la asignatura Educación para la Ciudadanía.

Por cierto, alguno de los profesores de EpC, al verme escribir esto, me han hecho una observación que añado: “En cuarto de la ESO, se lleva muchos años explicando estas cosas en la asignatura de Ética y nunca ha protestado nadie. Ahora le han cambiado el nombre (Educación Ético-Cívica) y algún tema, pero incluso la han reducido de dos horas semanales a una”.

Yo le he mirado y juntos nos hemos encogido de hombros. Son “cosas que ocurren” y vete a saber por qué en ocasiones se discrepa más y por qué en otras menos, en temas como estos y por qué en esta ocasión se ha hecho tanto.

En fin, aquí lo dejo y que cada uno saque sus conclusiones, que después de tanto debate, ya va siendo hora.